¿Un chiste? Todo esto empezó así, ¿sabéis, chicos?
Siempre empieza en broma. Escuchadme los dos.
Uno ve a un padre o a una madre, y piensa que no están a la altura.
Sus mocosos no se callan, y están tan agotados que dejan que griten, llenos de mocos, llorando, pegando y descontrolados.
Y les dices a tus amigos: “Deberían hacer un examen para ser padre” ¿Lo entendéis? “Deberían dar permiso para tener hijos”.
Empieza como una broma.
Y luego tal vez ocurre una tragedia: una madre que debería haber recibido ayuda tras el parto, pero el seguro no cubría la terapia.
Un padre que se equivocó porque lo educaron para que pensara que los hombres son débiles si se preocupan por los otros.
Se presentan los primeros tests.
Y piensas: “Bien, ahora esos niños estarán a salvo”.
Aprueban los tests y, sí, surgen algunos problemas, pero nada que no pueda resolverse, ¿eh?
Pero ahora cualquiera con una enfermedad mental o antecedentes penales tiene prohibido ser padre, y piensas: “Vaya, eso es sensato, ¿no?”
Porque no conoces a nadie así, por lo que ¿quién va a decirte que no son como los representan en las historias?
Enfermo, peligroso, criminal... esas palabras se expanden.
De repente, es cualquiera que tenga diabetes o cáncer, porque podrían morir y dejar huérfanos a sus hijos; ¿cómo se atreven a tenerlos?
Y luego las parejas sordas, minusválidas, interraciales, homosexuales... porque ¿es que no saben lo difícil que se lo están poniendo a sus hijos?
Y entonces son quienes ellos quieran.
Crees que es por el bien superior. Ni siquiera imaginas la vida de alguien que no es como tú.
Y un día... te toca a ti.
Un gen, una historia, un comportamiento pasados... y de repente eres peligroso, criminal, estás enfermo.
Porque la verdad es que...
... el odio humano se adapta a todo.
Crees que estás a salvo.
Pero si alguien te odia, se le ocurrirá la forma de racionalizarlo.
Entonces comprendes a qué le has dado poder, sólo cuando te das cuenta de lo que te han arrebatado.
Las bromas tienen el terrible poder de coger la verdad y afearla.
¿Lo entendéis, niños?
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